19 febrero, 2010

Aire.


Aire puro y limpio que me haga despertar del oscuro anochecer, sacado del infierno, que está muy lejos, inmerso en el vacío del sistema solar... o más allá.

Aire que me haga soñar, que estoy despierta y que nada me hará cambiar la comodidad, y la seguridad que siento en ese momento, de lujuria, de locura, de sedienta estabilidad. La estabilidad que nunca tuve, y que no parece querer quedarse aquí, a mi lado, a diario.

Por favor que alguien pare el tren, que no hace más que dar vueltas y vueltas en círculo. Siempre parte del mismo punto de intranquilidad, y siempre regresa. Mi mente está mareada. Necesito expulsar todos los escombros que he ido aumentando a lo largo de mi vida. Necesito expulsarlo todo. Necesito que la felicidad me haga un favor: que se acerque un poco más, para facilitarme el poder tocarla durante más tiempo. Que no se esfume tan pronto. Por favor, que lo haga. Que lo intente. Que lo haga por este ser que no hace más que llorar y ser infeliz, al cual le han negado lo que más necesitaba, cuando más vital era.

Necesito un soplo de aire fresco para poder continuar.

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