25 septiembre, 2012

Nada ha cambiado, excepto yo.




Cuando la belleza se hizo cómplice
de aquello que sentía,
cuando una mirada podía transformar
el bronce en plata, o la plata en oro,
llantos en sonrisas, sonrisas en alegría.
Y nada más cambiaba.

Era bello, magnífico.
Las viejas escaleras de la memoria,
la inexistencia del tiempo,
aquel búho que estaba a mi lado inconscientemente,
una canción que me recordaba lo que había conseguido…
Sí..., todo debía ser así.

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