Lo vi tan cerca de mí
que pensé que pude tocarlo.
Quise acaricialo,
quise sentirlo...
Mi corazón latía, nervioso,
y mis ojos anhelaban
poder saber dónde estaba,
y cómo, realmente.
Sabía que merecía la pena,
por eso me desesperé
y lloré desesperadamente
cuando se alejaba.
No hay comentarios:
Publicar un comentario