26 septiembre, 2010

Sin nada.


Llévatelo todo,
todo lo que he expulsado
de mi vida,
todo el hervidero
que hay en mi mente
y que ahora está en desuso
pues hoy no lo quiero.

Necesito olvidarlo,
quemarlo
y no volver a saber
nada de eso
nunca más.

Y el día de mañana
cuando me pregunten
qué es lo que pasó,
sólo habrá lugar
para una sola respuesta:

esa persona no era yo.
Ese dolor que sentía no era mío,
era el resultado de toda una vida
viviendo entre pesadillas.
Una tras otra se apoderaban de mí
haciéndome cada día
un poquito menos feliz.

Primero fueron las palabras,
luego el poder de la fuerza,
y luego la sutileza de una pastilla.

Y ahora ya no queda nada.

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