10 diciembre, 2011

Reflexión


Sólo deseaba estar sola. Respirar y exhalar tranquilidad y paz interior, abrazada por los árboles que la rodeaban.
No creía en dioses, ni creía que el ser humano fuese un dios, como tantas veces vio que mostraban y decían a sus hermanos, a sus iguales. No. Ella en lo único que creía era en el poder inquebrantable de la naturaleza.

Sabía que ella, así como todos los demás seres que habitaban la Tierra, pertenecían a ella.

El cordón umbilical jamás se rompió, mas nosotros creemos que sí. Vivimos en una mentira, en un engaño creado por nosotros mismos.

Creíamos avanzar, llevados por el instinto de supervivencia, y ahora es cuando nos empezamos a dar cuenta de que hemos ido demasiado lejos.

Hambruna, guerras, crisis, carencias, enfermedades,... La necesidad de protección nos ha llevado al egoísmo, y nos ha alejado de la humildad.

Hoy son muchos los ojos que lloran.
Hoy quizás sea hora de reflexionar.

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